Mi casa = tu casa

Una de las características que más destacan en los mexicanos es su hospitalidad y generosidad. Además de recibirte con los brazos abiertos, esta hospitalidad ha llevado a la creación de una expresión que oigo con mucha frecuencia:

Mucha gente, cuando habla de su casa, enseguida aclara que también es la del interlocutor. Ejemplo: «Mi casa, que también es la tuya, está a 10 minutos de aquí».

Esto a veces puede llevar a situaciones que no se entiendan bien. Por ejemplo, ayer oí la siguiente frase: «En mi casa, y en la suya también, ayer con la lluvia dejó de funcionar internet». Enseguida pensé si me debería preocupar y pensar que anoche en mi casa dejó de funcionar internet o si sólo fue en la casa del que lo dijo.

En un artículo, el escritor mexicano Jorge Ibargüengoitia habla de esta expresión, llevada un poco más al extremo:

Creo que la culminacion de la hospitalidad mexicana es la sustitucion de la frase «mi casa», por la de «la casa de usted». Cómo se llegó a esta sustitución es para mi un misterio. Durante un tiempo pensé que tenía por objeto «responsabilizar» al invitado. Al decirle a alguien: «está usted en su casa», estamos, hasta cierto punto, haciendo responsable al recién llegado de lo que pase en ella. El defecto de esta teoría es que la expresión «la casa de usted» a la que se anteponen los adjetivos «pobre» o «humilde», se usa en la mayoría de los casos, en un contexto que nada tiene que ver con una invitación. Se usa por ejemplo, en la narrativa:
-Cuando salí de la humilde casa de usted estaba lloviendo a cántaros.
-En la pobre casa de usted tenemos tres perros.
Cuando hay invitación, es en términos tan vagos que queda invalidada:
-Un día de estos, cuando haya oportunidad, quiero que venga usted a su humilde casa a probar un molito que hace mi mujer.
Cuando alguien nos dice esto ya sabemos que el molito se va a quedar platicado.
Es posible que el término que nos ocupa no se use en invitaciones por las confusiones a que podría dar lugar. Si decimos, por ejemplo:
-¿Qué le parece si esta noche cenamos en su humilde casa?
Corremos el riesgo de que la persona a quien estamos invitando tan amablemente, nos conteste:
-¿En mi casa? ¡Ni hablar!
O bien:
-Mire, señor, mi casa es humilde, pero no tanto como la de usted.
Que ya es el colmo de la confusión, porque no sabemos si el que nos dice eso está insultándonos, o siendo ultracortés.

                 Jorge Ibargüengoitia, 1-7-1969

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